Shh... He venido a hablarte en voz bajita porque no tengo intención de despertarte, he venido a contarte que te he visto volar libre, feliz, riendo a carcajadas, esa que ya no recuerdo bien.
Tengo vagos recuerdos de todo aquello que vivimos, tengo miedo de que se resuman a nada, porque es lo único que me queda de ti.
He estado enfadada con la vida y a causa de ello voy muy despacio, porque siempre quiero que el miedo se aleje, porque es este el que me ha hecho perder a tantas personas y ya no quiero perder más. Sí, a ti no te perdí por consecuencia mía, pero llegué tarde, no insistí y te deje partir...
Estos días son los que más me cuestan, los que más duelen, es difícil ser fuerte aún cuando te cuesta hasta respirar, cuando estas más cansada y más débil.
Y no, no te sientas culpable, ya no dueles como solías doler, ha pasado bastante desde aquel primer año de sufrir en completo silencio, sé que hay heridas con las que uno aprende a vivir, heridas a las que les tomas cariño, heridas que puedes besar porque ya no sangran, pero aun así tengo cuidado con ellas porque tú pequeña eres una de ellas.
Y quizás deba acostumbrarme a hablar con el silencio, sé que sueles esconderte en él, que estas aquí, que he de resignarme y por fin dejarte ir.
. . .
Sigue con los ojos cerrados, cantando entre nubes pomposas, sonríe pequeña que tú más que nadie lo merece...
Te quiero con el alma triste y dormida.
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